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b - Literatura
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Count Spankulot (Visitante) |
Ayer, por ejemplo (creo que al mediodía) trajeron los restos de una cholita de unos veintitantos años de edad a la que habían sacado del fondo de un barranco, lugar al que habría ido a parar presumiblemente por problemas sentimentales. Si bien no la encontraron en posición decúbito dorsal, estaba hecha mierda, porque, durante la caída, su cuerpo había chocado repetidas veces contra las salientes del barranco, que, al llegar al fondo, de la cholita no quedaba casi nada. Toda ella era una miseria; pero, antes de que llegue el forense de turno para realizar un examen parcial de lo que quedaba del cadáver, con un alicate le saqué el engaste de oro de su dentadura, y —ojo clínico—, calculé que de allí se podía obtener tranquilamente unos ciento cincuenta dólares. Con el tiempo uno llega a encariñarse con los muertitos porque —aparte de sus familiares y conocidos— nadie más se acuerda de ellos; muchas veces he sentido algo semejante a la tristeza cuando nadie viene a reclamar por uno de ellos. Se siente como si el corazón se nos rompiese en pedacitos, pues están abandonados y no tienen ni siquiera un perrito que les aúlle, a manera de despedirlos, cuando sus almas ya han abandonado para siempre este perro mundo. ~VISCARRA, Víctor Hugo | |||
Vampire (Visitante) |
Barney estaba en su clase de Geografía, cuando de la nada le llega una hoja arrugada en forma de pelota, Barney (como cualquier persona) lo abrió y leyó lo que decía: "¿Por qué no le haces un bien a la clase y te suicidas?" Barney sabía perfectamente de quien era el papel, Bob Esponja; Barney toda su vida había sufrido bullying por parte de Bob y sus amigos, Jimin de BTS y Ron Whisley de Harry Potter. | |||
Chano Charpentier (Visitante) |
Hace tiempo que nos dimos cuenta de que ya no era posible dar la vuelta a este mundo, ni remodelarlo, ni detener su desafortunado curso hacia adelante. Sólo había una resistencia posible: no tomarlo en serio. ~ KUNDERA, Milan. | |||
Séitan (Visitante) |
Por lo que podemos discernir, el único propósito de la existencia humana es encender una luz de sentido en la oscuridad del mero ser. Tu visión sólo será clara cuando mires dentro de tu corazón... Quien mira fuera, sueña. Quien mira dentro, despierta. El sueño es la pequeña puerta oculta en el santuario más profundo e íntimo del alma, que se abre a esa noche cósmica primigenia que fue alma mucho antes de que existiera el ego consciente y será alma mucho más allá de lo que un ego consciente pueda alcanzar jamás. ~ JUNG, Carl Gustav, Recuerdos, sueños, reflexiones, cap. 11 (1962). | |||
Bertolt Brecht (Visitante) |
1 A sus setenta años, ya achacoso, sintió el maestro grandes ansias de paz. En el país, la bondad enflaquecía, y cobraba nuevas fuerzas la maldad. Y decidió marchar. 2 Empaquetó sólo lo imprescindible, lo que sabía iba a necesitar: la pipa en que fumaba cada noche, el libro al que acudía sin cesar, y suficiente pan. 3 Gozó una última vez mirando al valle, mas lo olvidó tan pronto comenzó a ascender. Mientras al anciano llevaba a su lomo, iba rumiando hierba fresca el buey. Su marcha era suficiente para aquél. 4 Cuatro días anduvieron entre peñas, hasta que un aduanero los paró. — ¿Alguna cosa de valor? —Ninguna—. y el muchacho que llevaba al buey habló. —Es un maestro —dijo, y todo se aclaró. 5 Pero el hombre estaba alegre y dirigiéndose al muchacho preguntó: —¿Qué enseña?— —Que el agua blanda en movimiento acaba venciendo a la más dura piedra. ¿Sabes? Hace falta paciencia—. 6 Por no desperdiciar la luz del día, aguijó el muchacho luego al animal, y ya detrás de un pino los tres se perdían cuando al aduanero comenzó a gritar: —¡Alto ahí, que os quiero hablar! 7 Dime otra vez eso del agua, anciano—. Se detuvo el maestro: ¿Te interesa?— Respondió el hombre: —Soy aduanero, mas saber quién gana siempre me interesa. Si lo sabes, ¡cuenta!—. 8 —Anótalo. Díctaselo al chico. No lo reserves sólo para ti. Comida tengo en casa, y papel y tinta: todo lo que hace falta para escribir. ¿Quieres venir?— 9 Examinó el anciano al aduanero. Chaqueta zurcida, descalzos los pies. Una profunda arruga cruzaba su frente. No era la estampa de alguien acostumbrado a vencer. y murmuró el maestro: —¿Tú también?— 10 Había vivido el anciano demasiado para rechazar tan cortés invitación. —Quien pregunta merece ser contestado— —y hace frío —el muchacho intercaló. —Está bien, quedémonos—. 11 Desmontóse el sabio entonces de su buey, y escribió con el chico durante una semana. El aduanero se encargaba de darles de comer (y a los contrabandistas maldecía en voz baja). Pero antes o después, todo se acaba. 12 Una mañana, al fin, ochenta y una sentencias entregó el muchacho al aduanero. y tras agradecerle una pequeña prenda, otra vez en camino se pusieron. ¿Cabe ser más atento? 13 No celebremos, pues, tan sólo al sabio cuyo nombre en el libro resplandece. Al sabio hay que arrancarle su tesoro. El aduanero que supo retenerle gracias también merece. |
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